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Foto del escritorHoracio Méndoza Córdova

Ian & el Camino a Santiago en España

Tomado del blog de Horacio Méndoza Córdova, de un artículo publicado en abril 2019.


Una reflexión inspirada en mi amigo Ian Poot quien está realizando el sensacional y retante Camino de Santiago en España, el que justo ahora estará por finalizarlo; un recorrido a pie, de más de 350 Kms e infinidad de desniveles, bajadas y cuestas, climas y temperaturas, mágicos paisajes y arquitecturas nostálgicas, que inicio y culmina en este abril del 2019.



El cual es la Cereza 🍒 de otro de sus Pasteles, porque a muy temprana edad Ian ha visto más mundo que veintenas de adultos juntos. Mismos que dicen “haber vivido” vaya ironía.


Me alegra y enorgullece ser amigo de alguien que no encaja en los clásicos y acartonados , y por cierto obsoletos moldes del ser humano.


Quien cada vez es más esclavo de sus logros materiales, mismos que al obtenerlos se convierten de ilusión a preocupación. Y lo atan aún más que antes, y así , así se va pasando la vida, (perdón; existencia) , creyendo que eso es Vivir.


Los miedos del ser humano:


No obtener lo que quiere , y la posibilidad de perder lo que obtiene.


Y nada de lo que posee es suyo al final. Nada se lleva.


Pero Viajar… Wow…


Viajar cura, viajar alivia, viajar libera, viajar te enriquece de algo que nadie te podrá arrebatar…


Viajar no sirve tan sólo para cambiar lo que hay fuera, sino también para reinventar lo que hay dentro.


En el fondo, este matrimonio forzoso de tiempo y dinero tiene el don de mantenernos en un compás de espera.


Cuanto más asociamos la experiencia con el valor del dinero, más creemos que el dinero es lo que necesitamos para vivir.


Y cuanto más asociamos el dinero con la vida, más nos convencemos de que somos demasiado pobres para comprar nuestra libertad.


Los viajes largos no son un acto de rebelión contra la sociedad, son un acto de sentido común dentro de la sociedad.


Los viajes prolongados no precisan un «montón de liquidez»; sólo precisan que caminemos por el mundo de una forma más meditada, más austera, más ligera.


Esta forma meditada de moverse por el mundo ha sido siempre inherente a la antigua y discreta tradición viajera denominada vagabundear.


Para vagabundear tienes que tomarte libre un tiempo prolongado de tu vida normal (seis semanas, cuatro meses, dos años) para viajar por el mundo a tu manera.


Pero más allá de lo que es meramente viajar, vagabundear es una postura ante la vida.


Consiste en usar la prosperidad y las posibilidades que ofrece la era de la información para multiplicar las opciones personales en lugar de las posesiones personales.


Vagabundear es buscar aventura en la vida normal y vida normal dentro de la aventura.


Vagabundear es una actitud, un interés afable por la gente, los lugares y las cosas que convierte a esa persona en un explorador en el sentido más auténtico, más vívido de la palabra.


Vagabundear no es un estilo de vida, ni es una moda. Es sencillamente una forma poco habitual de ver la vida, una corrección de valores de la que se sigue de manera natural la acción.


Y, más que ninguna otra cosa, vagabundear guarda relación con el tiempo (nuestra único bien real) y con cómo decidimos emplearlo.


La mayoría de nosotros igualmente elegimos vivir anclándonos a una casa o una carrera y usando el futuro como una especie de falso ritual que justifica el presente.


De este modo, acabamos pasando (tal como lo expresó Thoreau) «la mejor parte de la vida ganando dinero para disfrutar de una libertad discutible en la parte menos valiosa de ella».


Nos encantaría dejarlo todo y explorar el mundo exterior, nos decimos a nosotros mismos, pero nunca parece ser el momento adecuado.


Así, teniendo una cantidad ilimitada de opciones, no elegimos ninguna.


Cuando nos establecemos en la vida, nos obsesionamos tanto con conservar las certidumbres domésticas que tenemos, que olvidamos para qué las deseábamos en un principio.


Vagabundear consiste en reunir el coraje para soltarnos del asidero que nos mantiene unidos a lo que llamamos las certidumbres de este mundo.


Vagabundear consiste en renunciar a desterrar los viajes a cualquier otro momento, en apariencia más adecuado, de nuestra vida.


Vagabundear consiste en tomar el control de las circunstancias que te rodean, en lugar de esperar de forma pasiva a que ellas decidan tu suerte.


Existen millones de «pobres de tiempo», gente tan obsesionada con atender su riqueza material y su nivel social que es incapaz de sacar tiempo para experimentar de verdad.


Por consiguiente, la duda de cómo y cuándo empezar a vagabundear no tiene nada de duda en realidad.


El vagabundeo empieza ahora mismo. Aunque la realidad práctica del viaje se encuentre aún a meses o años de distancia, el vagabundeo comienza en el momento en que dejas de poner excusas, empiezas a ahorrar dinero, y empiezas a mirar mapas con el cosquilleo narcótico de la posibilidad.


A partir de aquí, la realidad del vagabundeo se vuelve cada vez más nítida a medida que ajustas tu concepción del mundo y empiezas a aceptar la emocionante incertidumbre que promete un viaje de verdad.


De este modo, vagabundear no es un mero ritual consistente en vacunarse y hacer maletas. Sino que es la práctica continuada de mirar y aprender, de vencer miedos y cambiar hábitos, de cultivar una nueva fascinación por la gente y los sitios.


Esta actitud no es algo que puedas adquirir en el mostrador del aeropuerto junto con un pase de abordar ; es un proceso que empieza en casa.


Es un proceso con el que primero pruebas las aguas que te empujarán hasta maravillosos lugares desconocidos.


Ian ,amigo; gracias por llevarnos a Viajar contigo.


¡No te detengas siempre Pa’ delante!


(Con Fragmentos de mi maestro Tim Ferris)



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